Page 8 - Domingo Martinez Rosario
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José Luís Cueto Lominchar Decano de la Facultad de Bellas Artesde San Carlos de ValenciaLa memoria constituye un territorio fértil y una temática in- agotable que ocupa por igual a científicos y artistas: la neu- rología, los estudios sobre el cerebro, sus cualidades y fun- ciones, la historia como retrato colectivo de acontecimien- tos que testimonia nuestra crónica geológica y política o los poetas que deambulan entre lo colectivo como experiencia reflejada en su percepción y lo autobiográfico como reducto intransferible de emociones y sentimientos empíricos.La cuestionada fidelidad objetivable del registro fotográfi- co no ha hecho sino abonar un territorio, ya denso desde sus comienzos, propiciando una compleja red de estrate- gias y mixturas a la hora de relacionar la fotografía con la memoria y con la identidad. Sujeta desde su nacimiento la suposición inquebrantable de su veracidad, la fotografía ha ido mutando sus sentidos y complicando sus significados, a pesar de que su poder como documento pericial y su ca- pacidad evocadora siempre implican una dosis de reflejo en el que poder establecer reconocimiento, consciencia y relato. Sabemos lo suficiente, quizá por nuestra perdida de la inocencia, como para dudar y someter al examen de la razón cualquiera de las imágenes que nos son propuestas como relatos objetivos de la realidad, más bien sospecha- mos que siempre se trata de tentativas a cerca de su «apa- riencia». Pero no obstante somos como los replicantes de la fábula futurista de Blade Runner, necesitamos afianzar una versión efectiva de nuestro pasado «hilvanada» con las fo- tografías y los momentos que nos sitúan en el mundo y dan¿Qué hacía las veces de la fotografía antes de la invención de la cámara fotográfica? La respuesta que uno espera es: El grabado, el dibujo, la pintura. Pero la respuesta más reveladora sería: La memoria. Lo que hacen las fotografías allí fuera en el espacio exterior a nosotros, se realizaba anteriormente en la interioridad del pensamiento.John Berger, Mirarfe de nuestras incidencias vitales. No hay percepción que no esté impregnada de recuerdos, nos recuerda Bergson; la mayoría de las veces, estos recuerdos desplazan nuestras percepciones reales, de las que entonces no retenemos más que algunas indicaciones, simples «signos» destinados a re- cordarnos antiguas imágenes... La memoria constituye el principal aporte de la conciencia individual a la percepción, el lado subjetivo de nuestro conocimiento de las cosas.El trabajo de Domingo Martínez instala sus objetivos en este territorio de reflejos especulares y registros mnemotécnicos. La memoria como arsenal de imágenes, recuerdos y evoca- ciones constituye un espacio propicio para elaborar discur- sos, lanzar hipótesis, agitar y cuestionar el relato oficial o la fidelidad de cada biografía. Su quehacer irradia derivadas en muchas direcciones que incluyen la posibilidad de la apropia- ción de la memoria, personal o anónima a través de insertos y confortaciones fragmentadas de espacios y tiempos. Por otro lado, la amplitud de soportes, técnicas y procedimientos que maneja despliegan un horizonte de tipologías de registros y archivos. La fotografía y sus metamorfosis, el video o la pin- tura, sirven de mediación entre el relato y la formalización de las distintas hipótesis que señalan una misma incógnita, una sospecha que implica la posibilidad de acordar una conven- ción acerca del tiempo y de la historia; la pequeña historia cotidiana de un pasado que puede ser cualquiera, que puede citar un tiempo común en escenarios parecidos con emocio- nes y certezas compartidas.


































































































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