Inolvidable y siempre original, el mundo de este artista se revela en las pequeñas piezas con tanta grandeza como en las obras mayores. Cargado de sugerencias, su universo es ágil, rico en matices y generoso en expresividad. Como si se nutriese de un fértil imaginario imposible de agotar, cada personaje llama al siguiente, y juntos entonan un canto feliz. Así es como inventa una realidad soñada, poética y mágica, en la que el hombre adquiere un perfil característico e identificado como algo sublime.
Las formas de Juan Gila se corporeizan tanto en el plano como en la tridimensionalidad, y lo que en ellas se manifiesta es un sentimiento, una sensación, un afecto, mediante un juego anacrónico y de transmutación clónica de sus personajes.
Trabaja repetidamente sobre la pérdida de la identidad en la sociedad contemporánea, caracterizándose su obra por un marcado acento existencialista y su capacidad para ser transformada en poderosas metáforas icónicas.
Es difícil situarse entre la tenue frontera entre la realidad y la irrealidad como lo hace Juan Gila, y atreverse a permanecer en ella. Forzando la vista y el alma para comprender una ficción que se sitúa fuera del tiempo, en una eternidad de desasosiego. “Mi interés por cuestiones como son los avances científicos entre los que están la manipulación genética, la clonación, la Física Cuántica y ciertos razonamientos filosóficos, entre los que destaco el mundo de las ideas de Platón, el argumento del Tercer Hombre de Aristóteles, el ensayo sobre el Entendimiento Humano de John Locke y las reflexiones sobre la idea de Identidad de Hume, me han servido para crear un lenguaje de representación con el que abordar la idea de la Identidad del Ser Humano”.
La producción de Juan Gila tiene como motivo central la figura humana, abordando preocupaciones temáticas universales, como la identidad, la máscara o nuestra ambigua relación con la imagen mimética, con una dimensión alegórica conducida hacia un turbador realismo. En esencia, nos describe el envilecimiento del ser humano dentro de la moderna sociedad de consumo, que lo aísla en su individualidad de la crudeza del mundo que le rodea. Un mundo donde se aprecian los puntos cardinales que la definen: crítica social, profundidad en la búsqueda de la verdad humana, y una conexión evidente con el mundo poético y del pensamiento.